Tras su salida de Astrid y Gastón en 2016, el chef Diego Muñoz ha construido una carrera tan extensa como ecléctica. Sin plan fijo en mente, Muñoz pasó de liderar la innovadora Casa Moreyra en Lima a llevar la alta cocina peruana por el mundo, gestionando múltiples proyectos en destinos tan lejanos como Bali, Turquía y Nueva York. Muñoz, conocido por su habilidad para adaptarse a distintas culturas, describe su trabajo como una constante exploración gastronómica, llena de retos creativos y proyectos cada vez más ambiciosos. Uno de sus emprendimientos más personales es Navegante, un pequeño restaurante en Punta Hermosa que, aunque cuenta con solo ocho mesas, se ha ganado un espacio en la escena culinaria del sur de Lima. “Queremos que sea una referencia gastronómica”, explica, y subraya que este proyecto también es un lugar donde se siente “como en casa”, ya que actualmente vive fuera del bullicio limeño, en Pulpos. Además, fiel a su enfoque de empoderar a su equipo, ha creado un sistema en el que forma a sus colaboradores como líderes, asegurando así que cada concepto se maneje con independencia y calidad. Muñoz no es solo un chef, sino un líder emprendedor que administra una red global de proyectos. Entre sus recientes colaboraciones destacan el hotel Ritz-Carlton Reserve en Costa Rica, un bar de vinos en Lima y el restaurante Oroya en Madrid. Aunque cada emprendimiento tiene su propio estilo, Muñoz resalta que todos llevan una esencia común. “Queremos que cada proyecto tenga su propio ecosistema y lenguaje cultural”, dice. Esta filosofía le permite crear conceptos auténticos que resuenan tanto en términos de ingredientes como en experiencia local. Con su estilo de vida nómada, Muñoz se mantiene fiel a una gastronomía en constante cambio y crecimiento, donde lo importante es la flexibilidad y la habilidad para interpretar cada cultura en su máximo potencial.