Maia Aramburú está cumpliendo un sueño que comenzó a tomar forma cuando apenas era una niña. Creció entre el arte y el deporte, con un padre tenista profesional y una madre artista plástica. Desde muy pequeña, Maia sintió una fuerte atracción por la música. Fue a los cuatro años, cuando jugaba con el piano de su abuela, que descubrió una pasión que, sin saberlo, se convertiría en su destino. “Recuerdo que, en kinder, cuando nos preguntaban qué queríamos ser de grandes, yo decía con seguridad: cantante de ópera”, rememora.
A lo largo de su carrera, ha enfrentado desafíos, tanto por el carácter disciplinado que exige la música clásica como por la limitada visibilidad que esta tiene en el Perú. A diferencia de la música popular, el canto lírico suele mantenerse en un espacio de bajo perfil, lejos de los reflectores de los grandes conciertos. Sin embargo, Maia nunca ha visto esto como un obstáculo, sino como un reto. “Me encantaría ser una referencia femenina en el canto lírico para Sudamérica”, confiesa, con el entusiasmo de quien desea dejar huella. Admite que le gusta escuchar reggaetón y salsa, y que disfruta tanto de la música criolla como de las reuniones familiares donde todos cantan y tocan cajón. Para Maia, ser peruana también es parte esencial de su identidad artística.
Maia ha desempeñado destacados papeles internacionales, entre ellos Mimì en La bohème, Susanna en Le nozze di Figaroy Anita en La Navarraise.
Además de su carrera como cantante, Maia se ha propuesto apoyar a jóvenes artistas en el Perú. Junto a su hermano, fundó Alma Taki, una organización que busca brindar a jóvenes peruanos oportunidades que ella tuvo la suerte de experimentar. Inspirada por sus propios privilegios y la influencia de sus padres, Maia quiere ayudar a quienes no han contado con las mismas oportunidades. “No todos tienen la fortuna de aprender inglés o de tener el apoyo para estudiar fuera. En Alma Taki ayudamos a jóvenes a desarrollarse en la música, y también les ofrecemos clases de inglés. Queremos que tengan más herramientas para cumplir sus sueños”, explica.
Para Maia, el canto lírico es un camino arduo y lleno de sacrificios, pero también de recompensas. Sabe que su carrera requiere constancia, carácter y, sobre todo, una pasión inquebrantable. “Este es un camino de muchos nos, de mucha presión”, admite. Sin embargo, es claro que ha encontrado su lugar en el escenario y que está dispuesta a enfrentar cualquier desafío para seguir construyendo su carrera. “En el canto lírico, uno depende totalmente de su instrumento, de la voz, y eso significa que tienes que cuidarte siempre. A veces ni siquiera el esfuerzo basta, pero yo siempre estaré dispuesta a intentarlo”, concluye, con la determinación que la ha llevado a donde está hoy.
“En el canto lírico, uno depende totalmente de su instrumento, de la voz, y eso significa que tienes que cuidarte siempre".
Con su talento y su compromiso por abrir caminos para otros, Maia Aramburú se está convirtiendo en una voz que no solo representa el canto lírico peruano, sino también el potencial de cada joven artista que sueña con hacer de la música su vida.