Ella nos cuenta su exigente periplo, su gusto por la música, el mar y su sed de triunfo.
Sol no lleva el deporte en las venas, sino en todo el organismo. Su abuelo materno, Fernando Vizquerra, fue corredor de autos profesional, partícipe de esa faena motora llamada ‘Caminos del Inca’.
Hacia finales de los 70 —según anota una crónica automovilística a Vizquerra lo conocían como el ‘Dueño de Pasamayo’, pues por años había ganado la carrera ‘500 kilómetros Pasamayo’. Este amo de las pistas es el padre de Mayza. Ella desde los trece años jugaba vóley para el club Regatas, y fue parte de la selección de menores, entrenada por las gloriosas Norma Velarde y Lucha Fuentes, que disputaría un Mundial en Eslovaquia. Al final, Mayza enfermó y no pudo asistir a la contienda.
De adulta se enamoró del tablista multicampeón nacional, Germán Aguirre, ducho del tube riding, esa habilidad para correr envuelto en la curva de una ola. La pareja se mudó a Los Órganos, Piura y convirtió la playa Punta Veleros en su casa y cancha. Dos de sus hijas, Leilani y Sol, heredaron el amor por las olas y su geometría. El nombre de Leilani viene del hawaiano traducido como ‘flor celestial’; el nombre de Sol, ya sabemos, evoca a la estrella luminosa que abrillanta el mar. Porque eso es lo que es ella: fulgor sobre el océano.
Gracias a sus altos puntajes en el ISA World Surfing Games 2024 de Puerto Rico, Sol participará de los Juegos Olímpicos de París de este año. «Soy la única representante mujer», declara orgullosa. Los otros clasificados son Alonso Correa y Lucca Mesinas. La terna competirá en la costa sur de Tahití, puntualmente en la playa Teahupo ́o de la Polinesia Francesa (hogar de una de las olas más temidas por los surfistas del mundo).
«Soy la única representante mujer», declara orgullosa. Los otros clasificados son Alonso Correa y Lucca Mesinas".
La ruta hacia París o road to Paris 2024 como se suele hashtagear no fue fácil. Para Sol, la odisea empezó el 21 de abril del 2023 en los Panamerica- nos de Surf en Panamá y culminaron el 29 de febrero de este año en los Juegos ISA de Puerto Rico, día en el que pasó al round cinco del certamen, asegurándose un cupo para París. Bien visto que clasificara a un evento deportivo que sucede cada cuatro años un día que aparece en el calendario cada cuatro año tiene algo de maravilloso.
¿Puedes contarnos tu camino a París y por qué fue tan duro?
Es algo complicado, pero a ver: las ligas importantes en este deporte son una: la WSL, que es la élite del surf y dos: la ruta olímpica mediante los certámenes ISA (International Surfing Association). O sea, si quieres ir a los Juegos Olímpicos, debes pasar por los ISA. Por ser de Sudamérica nosotros teníamos una opción más para ir a los Juegos: los Panamericanos de Santiago de Chile (de julio de 2023), que le daban cupo directo a París al primer puesto. Pero para acceder a los Panamericanos de Santiago, primero había quedar en el Top-8 de unos juegos Pre-Panamericanos de Panamá, donde lamentablemente quedé novena.
«Ahora entiendo que las lesiones me dan suerte. O, mejor dicho, me hacen más fuerte».
Uy, te quedaste por un pelo.
Sí y me sentía frustrada. Arena (Rodríguez) y Daniella (Rosas) fueron las únicas peruanas en pasar al Top-8 y ser pre-seleccionadas. Yo estaba feliz
por ellas, pero igual, que yo no pasara era algo que debía canalizar. ¿Qué podía hacer para llegar a Santiago? Pues ganar el Mundial ISA ‘Surf City el Salvador’, donde con el equipo peruano salimos campeones, junto a Daniella. Puesto que ese Mundial tenía mayor jerarquía que el de Panamá, al final Arena se quedó afuera.
¿Le serruchaste el piso a Arena?
¡Nooo!, ¡no vayas a poner eso! (ríe). Tanto Arena como Daniella estaban preseleccionadas. Era una fase. Como te digo el Mundial del Salvador tenía más valor y ese lo ganamos Daniella y yo. Y así las dos fuimos, al fin, a Santiago (octubre y noviembre de 2023). Debíamos ocupar el primer lugar, pero quedamos quintas y para colmo me corté el pie con la quilla de la ta- bla. Y eso no es nada porque previo a eso, en octubre, para los Challenger Series de Portugal también me corté la mano en plena competencia. Es decir, corrí así, sin poder pararme en la tabla porque la mano derecha me traicionaba. Y, ¿sabes algo? Era loco porque yo nunca jamás me había lesionado.
¿En serio?
Muy en serio. Yo me decía: «oye, todos mis amigos surfistas se lesionan y a mí no me pasa nada. ¡Qué suerte tengo!». (Ríe). Pero esa ausencia de golpes solo significa que en algún momento va a pasar. Y pasó. Solo que no me esperé que sucediera el año pasado, que era el más importante de mi carrera y que tenía total presión debido a la ruta olímpica. ¡Y zas! ¡Me llegaron todas las lesiones! Y cuando ocurrió lo de Portugal, aún así pasé un heat. Y en los Panamericanos de Santiago, con mi pie con ocho puntos también logré pasar cuatro heats. Y las lesiones no acabaron allí, porque después, cuando ya las competencias del 2023 habían culminado, me doblé el tobillo. Resultado: dos esguinces, uno de ellos de tercer grado.
Era la prueba de que todos los males suceden de un tirón.
No. Ahora entiendo que las lesiones me dan suerte. O, mejor dicho, me hacen más fuerte. Pero ya, dejé el 2023 atrás y me propuse que el 2024 iba ser mi mejor año, que iba a dar lo mejor de mí. Mi plan era clasificar a los Juegos. Mientras tanto, venía el Mundial Junior de la WSL en Estados Unidos. Con esos dos esguinces no sabía si iba a viajar, ni siquiera podía pararme en una tabla hasta que empecé a surfear una semana antes del Mundial. Y con todo y lesión quedé tercera. Fue un gran pasó: sí podía. Seguí con mi rehabilitación, con ejer- cicios al pie, hasta que llegó la fecha decisiva para ir a los Juegos Olímpicos: el Mundial ISA de Puerto Rico, la última opción para obtener un cupo y donde fueron las mejores de cada país. Al final, pasé los cinco rounds eliminando incluso a surfistas mundiales muy buenas.
El momento posterior a esa clasificación fue conmovedor. Durante una transmisión en vivo de ese ISA World Surfing Games de Puerto Rico, Sol lloró de emoción. «Now you have to talk even if you cry. Are you happy?», dijo el hombre que la entrevistaba. «Espérate», respondió Sol en perua- no sin poder surfear sus propias lágrimas. «This is the best moment of my life», soltó finalmente.
Tiene veinte años. Vive en Lima, desde donde contesta nuestra videollamada. «Pero soy organeña de corazón», aclara. En Los Órganos vivió hasta los diecinueve años. «Es un lugar virgen, distinto a la ciudad. Me dio paz interior», agrega. Germán, su padre, les enseñó a correr a Leilani y a ella. «A los cinco años me paré por primera vez en una tabla y se sintió increíble —cuenta —. No sabía que el surf iba a ser algo importante en mi vida». Luego, esboza un poema corto: «Nací en este deporte. Fui parte sin saberlo porque tuve el mar al frente. El mar era mi patio».
Y claro, el océano era un jardín donde jugaba con su padre y hermana. Leilani llegó a ser campeona mundial de surf, pero se decantó por la música urbana.
¿Qué te ha dicho Leilani al ver hasta dónde has llegado ahora?
Me felicita y me manda saludos a la distancia. Casi nunca frecuentamos porque siempre viajo, pero cuando la veo en persona hay un buen amor y buena energía. Eso sí, a mí también me gusta la música. Antes que llames, estaba cantando con mi ukelele.
Lo del ukelele es bien surfer hawaiano.
Desde chica me gustaba cantar, pero los chicos y chicas de mi colegio me molestaban porque decían que cantaba horrible. Pero en un viaje de competencia me dijeron: «¡cantas lindo!». Ahora mi voz me gusta mucho. La música es otro mundo.
Has cantado en público.
La primera vez que canté en público fue hace dos años en un Panamericano en Panamá. Estaba todo el equipo nacional, todos comiendo en un restaurante que estaba en plena noche de karaoke. El equipo sabía que yo cantaba y de mis deseos de cantar en público. Pero me daba roche y me hice la loca, hasta que mi entrenador exclamó: «Sol, Sol, Sol», y todos empezaron a corear mi nombre y salí. Canté Killing me softly frente a todo el equipo, frente a todo el hotel y frente a una mesa de quince personas, curiosamente, conformada por los jue- ces del campeonato. Desde entonces los comentaristas quieren escucharme, pero no lo he vuelto a hacer en público.
No puede ser...
¡Ah no, sí! Canté en un programa de radio Valerie de Amy Winehouse.
¿Estudias algo en paralelo?
Todavía. Siempre he querido ser una deportista completa, pero también ser una persona completa. La carrera deportiva no durará para siempre, pero los estudios sí. Me puse como meta que no iba a estudiar hasta clasificar a los Juegos Olímpicos. Ahora ya clasifiqué, los jugaré y después de ello puedo estudiar y de la mano competir hasta los próximos Juegos.
¿Qué estudiarías?
Me encantan las leyes. Debe ser por mi abuelo paterno, Manuel Aguirre Roca, que fue presidente del Tribunal Constitucional. También me jala la arquitectura. No sé por qué tengo una conexión especial con Grecia, a pesar de que nunca he ido.
Quizá en otra vida fuiste una diosa griega.
(Ríe) ¡Puede ser! (Carcajadas). ¡Qué buena! Lo digo por las esculturas, templos y arcos.
Hablando de reencarnaciones, una vez dijiste que en el mar eres una persona y en tierra otra.
Pues sí, yo me llevo bien con todos, pero a la hora que entro al mar a competir mi personalidad cambia totalmente, soy más enfocada en mí, todos son mis enemigos y no hay amigos en el mar. Es una guerra. Y si no estás con ganas de ganar, alguien que sí las tiene vendrá a quitarte lo que es tuyo. Creo en el killing with kindness, salir a matar con amabilidad porque siempre tienes que mantener tu esencia y tus valores y tu respeto a los otros competidores. Así soy.
«A los cinco años me paré por primera vez en una tabla y se sintió increíble —cuenta —. No sabía que el surf iba a ser algo importante en mi vida».