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Cine

Amuñay: un homenaje a la tierra y a la memoria ancestral

El productor Lucho Llosa y el director Mateo Llosa comparten cómo su primera colaboración los llevó a enfrentar retos extremos y a conectar con la fuerza comunitaria de Ayacucho durante la filmación de Amuñay. Publicado: 4 de noviembre de 2025

A veces no somos conscientes de la profundidad que habita en nuestra propia cultura: las historias ancestrales que nos sostienen, el respeto que debemos a las generaciones que nos preceden y la gratitud hacia la tierra que nos da origen. Desde ese espíritu nace Amuñay (“Gracias”), un cortometraje dirigido por Lucho y Mateo Llosa, padre e hijo, este cortometraje es inspirado en una de nuestras tradiciones más antiguas y significativas: el Pago a la Tierra.

Producida por Tiyapuy, la obra no busca promocionar un producto, sino contar una historia: reconocer la mística, la comunidad y la memoria viva que aún pulsa en los Andes. Amuñay se filmó entre los paisajes de Ayacucho, en jornadas de trabajo a más de 4,000 metros de altura. Lo que comenzó como una colaboración profesional se transformó en un viaje compartido en el que la confianza, la convicción y el encuentro con la comunidad campesina marcaron el proceso creativo.

Lucho y Mateo Llosa

En la siguiente entrevista para Asia Sur, Lucho y Mateo Llosa relatan cómo fue construir este proyecto juntos, los retos del rodaje y la responsabilidad de representar lo sagrado sin caer en la ficción artificiosa.

Esta es la primera vez que trabajan juntos en un proyecto. ¿Cómo ha sido su experiencia entre productor y director?

Lucho: Ha sido muy satisfactorio. Yo, como productor, suelo intervenir bastante, pero en este caso vi que Mateo tenía una visión muy clara. Lo mejor fue mantener una distancia saludable y acompañar desde una retaguardia amable.

Mateo: Para mí ha sido muy especial poder finalmente trabajar juntos. Ha sido un viaje retador, pero los retos unen. Siempre hemos buscado soluciones y confiado el uno en el otro. Saber que existe esa confianza ha sido increíblemente gratificante.

Lucho, tú ya habías trabajado antes en Ayacucho desde perspectivas más duras. ¿Qué significó regresar desde otro enfoque?

En una película anterior abordé el lado trágico de la época senderista. Esta vez pude acercarme al lado místico, al esfuerzo comunitario en el cultivo de la papa nativa. Ver cómo trabajan juntos, con convicción y una mística profunda, te conecta con un Perú antiguo que lograba grandes cosas desde lo colectivo.

Durante el rodaje enfrentaron adversidades climáticas y logísticas. ¿Cuáles fueron los mayores retos?

Mateo: Sabíamos que sería difícil. Tuvimos que cambiar locaciones porque los camiones no podían acercarse lo suficiente al sitio de rodaje. También lidiamos con lluvias y días largos a más de 4,000 metros de altura. El desgaste físico era real y había que cuidar la energía y la convivencia.

Lucho: Incluso después del scouting, volvimos y las carreteras ya no eran factibles para filmar. No podíamos dejar vehículos a kilómetros de distancia y cargar toneladas de equipo. Tuvimos que replantear todo y resolver muy rápido.

Uno de los puntos más delicados fue representar la espiritualidad del ritual del pago a la tierra. ¿Cómo evitaron caer en la ficción exagerada?

Mateo: Lo esencial fue la autenticidad. En la comunidad, la creencia es real y compartida. Si el elenco tiene conexión con esa tierra y la dirección de arte refleja esa mística, lo mágico aparece solo. No necesitábamos llevarlo a la fantasía; bastaba con respetar la verdad espiritual del lugar.

Si tuvieran que definir Amuñay en una sola palabra, ¿Cuál sería?

Lucho: Convicción.

Mateo: Y también reconocimiento. Hay una historia y un trabajo colectivo que celebramos con este proyecto.

¿Creen que el cine peruano puede ser una herramienta de transformación social, especialmente en temas de identidad?

Lucho: Definitivamente. Pero necesitamos más incentivos: no solo fondos concursables, también herramientas como crédito fiscal. El Perú tiene locaciones, elencos y equipos extraordinarios. Ver nuestras historias en pantalla es reconocernos.

Mateo: El cine nos permite vernos y entendernos. Apoyarlo en todas sus formas es clave para crecer culturalmente como país.

Amuñay es más que un cortometraje: es un gesto de reconocimiento. Una invitación a mirar hacia adentro y hacia atrás, hacia aquello que nos ha sostenido culturalmente durante siglos. La experiencia de Lucho y Mateo Llosa demuestra que el cine puede ser puente entre generaciones, lenguajes y territorios, cuando la creación se realiza con respeto, escucha y convicción.

Filmar en comunidad, a la altura de la montaña y en diálogo con la tierra, no solo moldeó el resultado audiovisual, sino también la relación entre padre e hijo, entre cineastas y territorio, entre tradición y presente. Amuñay nos recuerda que todavía existen historias que no necesitan ser inventadas: solo necesitan ser contadas desde donde nacen.

Porque agradecer también es narrar. Y narrar, aquí, es un acto de memoria viva.

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